Institucional

Desde 1924, nuestra historia

La creación de la Cámara Argentina de Cultura, Comercio, Industria y Producción, el 7 de noviembre de 1924, devenida a partir de 1926 en la Cámara Argentina de Comercio, tuvo lugar en un momento en que el mundo comenzaba a moverse hacia un nuevo paradigma, que generaría enormes consecuencias económicas, políticas y sociales para la Argentina.
Un recorrido por la historia

La creación de la Cámara Argentina de Cultura, Comercio, Industria y Producción

El 7 de noviembre de 1924, devenida a partir de 1926 en la Cámara Argentina de Comercio, tuvo lugar en un momento en que el mundo comenzaba a moverse hacia un nuevo paradigma, que generaría enormes consecuencias económicas, políticas y sociales para la Argentina.

Hasta entonces, una sucesión de circunstancias ocurridas a partir de la segunda mitad del siglo pasado había dado impulso al desarrollo en nuestro país de un modelo de economía primaria exportadora, el cual llegó a situarnos entre las diez naciones más prósperas de la época.
En el plano internacional, se venía registrando una fuerte integración de la economía mundial, con aumento de la demanda de productos agropecuarios y, consecuentemente, de sus precios. En nuestro país, dotado de enormes extensiones de tierras fértiles y escasamente explotadas, la reincorporación de la provincia de Buenos Aires a la unión nacional en 1861 y los avances en la organización política del estado y sus instituciones, a partir de la Presidencia de Mitre en 1862, generaron un necesario ordenamiento jurídico, el cual incluso sentó las condiciones necesarias para atraer a la inmigración europea, que poblaría y pondría a producir a la región pampeana.
Pronto, el 80% del comercio mundial de carnes estaría explicado por las ventas argentinas a Gran Bretaña, cuestión determinante desde entonces para entender el curso de las relaciones políticas bilaterales y su influencia en el posicionamiento global de la Argentina en el mundo.
Asimismo, el incremento de la actividad ganadera arrastró también, gracias al aporte de una parte de los 3,3 millones de inmigrantes localizados entre 1857 y 1914 en la región pampeana, a la actividad cerealera en extensiones cada vez más amplias, aunque sobre la base del arrendamiento de tierras de éstos a pocos, pero muy grandes, latifundistas. Esta situación combinó, de ese modo, la gran propiedad con la pequeña producción, configurando así otro factor determinante para el entendimiento del desarrollo económico y social del país.
Finalmente, sería necesaria una fuerte inversión en infraestructura de caminos, puertos y principalmente, ferrocarriles para acercar la producción agrícola a los centros de consumo locales y del exterior. Tales inversiones llegarían, básicamente, de la mano del capital privado extranjero. Así, por ejemplo, la red de ferrocarriles pasó de 6.700 kilómetros en 1887, a 38.634 kilómetros en 1930.
A grandes rasgos, la confluencia de todos estos factores generó en nuestro país un sistema comercial triangular, apoyado en el patrón oro, y la apertura de la economía, operaba básicamente sobre la exportación de trigo, maíz, lino, carne, cuero, lana y extracto de quebracho, con destino principal a Gran Bretaña, y la importación de bienes de consumo, equipos, máquinas y herramientas para la producción, material de transporte, papel y productos textiles y químicos, fundamentalmente desde los Estados Unidos.
Fueron épocas de bonanza, en las que la Argentina llegó a exportar casi el 30% de su producto y a representar alrededor del 3% del comercio mundial.
En el plano del comercio interior, los locales de ramos generales comenzaban a dar paso a los negocios de especialización y, en general, a proyectarse hacia el interior, en la medida que precisamente se iba expandiendo el propio interior sobre la base del agro.
Asimismo, comenzaban a nacer, o a instalarse en el país, algunas empresas en distintos sectores, que décadas más tarde consolidarían su posicionamiento en el mercado local e incluso del exterior.